Estamos ante el único de los casos de estudio que no puede representar un acuerdo de paz efectivo. “El cese definitivo de la violencia armada” decretado por eta en 2011 es la referencia más reciente y cercana a la voluntad de poner fin al conflicto. Los intentos anteriores para iniciar un proceso de paz dialogado, tales como las conversaciones de Argel (1987- 1989), de las que esta exposición toma el título, no alcanzaron acuerdos. Tras todos los encuentros organizados entre el gobierno español y eta, la paz ha sido aplazada repetidamente. Entre los primeros contactos producidos en 1976 –de los que se tiene noticia– y el atentado con coche bomba en la terminal del aeropuerto de Barajas en 2006, una decena de treguas se han sucedido, una tras otra, sin que el fin de la violencia pudiera certificarse.
Poner las conversaciones de Argel en el punto de vista nos permite el necesario distanciamiento, rebajar la tensión argumental entre información y representación. Pues, no solo a la guerra, la violencia terrorista de cualquier signo, también puede atenderse a los numerosos intentos de acuerdo –los encuentros de Ginebra o el pacto de Madrid, Zurich, Ajuria-Enea, Navarra, Lizarra, el Pacto anti-terrorista, las distintas treguas, hasta la última declaración de Ayete– para entender este convulso relato histórico. Como dice el filósofo italiano Giorgio Agamben, al terror solo puede enfrentársele la retórica.
Lo escribe así su comisario, Carles Guerra: “Adoptar las conversaciones de Argel como eje de este caso de estudio supone renunciar a la iconización del acontecimiento histórico. Si no existe esa imagen o icono es porque la opacidad informativa se ha impuesto en los acercamientos entre instancias del gobierno español y representantes de eta. De modo que las conversaciones de Argel desafían nuestra propia noción de acontecimiento. Sabemos que han tenido lugar, pero no tenemos imágenes de las mismas, salvo revelaciones de las partes que negociaron. Al no disponer de imágenes de las conversaciones de Argel lo que tenemos an e nosotros es una excepción de la que, sin embargo, no podemos desentendernos”.
Dadas estas condiciones, lo que este caso de estudio puede presentar es un conjunto de artefactos culturales cuyo significado sufrirá perturbaciones traumáticas. El delirio que se adueña de la percepción retuerce los significados. La polémica se convierte en una forma de mirar cuando no hay representaciones claras. La retórica nos alivia ante la imposibilidad de contemplar el terror puro, la violencia desnuda, pornográficamente expuesta. No se trata de monumentalizar la memoria ni de hacer un espectáculo de la violencia y su explícita condena. No se trata de anestesiar los efectos de la violencia con sus representaciones, no. Efectivamente, aún no tenemos un acuerdo de paz. Trauma, descomposición, aplazamiento. Delirio y tregua.
Pedro G. Romero
Co-director del proyecto Tratado de paz
Programa de inauguración Nota de prensa Folleto Guía de la exposición Lista de obra y textos introductorios