Liliana Porter. Diálogos y desobediencias

Desde: Viernes, 07 Abril 2017

Hasta: Domingo, 27 Agosto 2017

Primera retrospectiva en España de una de las artistas americanas de mayor reconocimiento internacional

La artista argentina Liliana Porter es una de las creadoras más lúcidas y originales del panorama actual, representada en los grandes museos internacionales e invitada a la presente Bienal de Venecia. Jugando con las subversiones espaciales, los diálogos inesperados y los trastocamientos de las proporciones, desde los años 70 del XX ha ido creando un universo propio y unas sólidas y fascinantes propuestas de revisión de lo establecido.

Su amplísimo espectro creativo —pintura, instalaciones, estampas, video, dibujos, esculturas, teatro…— describe un mundo particular y asombroso, que en cada momento hace gala de un finísimo sentido del humor, una ironía inteligente y una sutileza muy personal. De hecho, la artista plantea propuestas estimulantes para un mundo y sobre un mundo que necesita ser narrado de nuevo. Por eso Porter lo quiebra, lo desordena, lo asalta incluso, haciendo a cada paso gala de una extraordinaria agudeza.

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En su obra se hace patente la necesidad de que volver a nombrar cada acontecimiento y trazar nuevamente las fronteras solo para trastocarlas. Hay que perseguir el espacio, correr tras él y habitar al filo de un relato donde todo se trastorna bajo la apariencia de infinita cotidianidad. Es el mundo dibujado con un orden interno que se escapa y exaspera; poderes del lenguaje capaces de evocar un lugar que se construye en torno a ese desdoblamiento poderoso e irreductible, capaz de evocar nuevas formas de acercarse al espacio y al tiempo que se quiebran y se rasgan. 

Pese a todo, en Porter, las asociaciones son siempre buscadas, por eso nunca estamos a salvo en sus obras, en sus territorios rescritos: siempre estamos expuestos. En sus brillantes juegos narrativos, en ese mundo de aparentes menudencias, subyace sin tregua una línea subversiva que quiebra la mirada y la calma, que anuncia a cada paso cierta posibilidad luminosa de desobediencia en los espectadores también.

Es un asalto incesante a la zona de confort tras la cual con frecuencia se camufla Porter cuando alerta al visitante alerta sobre lo escurridizo de la línea —y, por tanto, del rigor de la geometría como ciencia. Lo da a entender Kandisnky también en su libro clásico: la línea nunca se queda quieta y acaba por transformarse en punto. Ese punto es en Porter una fascinante contusión al orden que lejos de nacer del azar forma parte de un plan preciso, minucioso…

De igual modo, los protagonistas de sus relatos —figurillas que adquieren vida propia y andan siempre en busca de una casa dislocada, la casa del otro lado, trampa y disfraz— plantean a los espectadores un pregunta reiterada que los devuelve a un espejo que no refleja, sino que distorsiona en una operación cercana a lo «siniestro» freudiano. Fotografías, cuadros, estampas, vídeos o instalaciones son una especie de territorio de resistencia para el mundo al revés; un mundo en el cual todo —en especial uno mismo— es justo lo contrario de lo que debería haber sido. Lo que parecía una historia inocua acaba por develar su estrategia última: tambalear la mirada.

Esa es la formulación narrativa que Porter, buena relatora, despliega en sus escenas ambiguas de objetos y situaciones inesperadas: aquello no debería haber estado allí. Las obras nos miran desde los personajes y nos hacen añicos: la línea se sale de marco —escultura o desbordamiento de la superficie fotográfica— y nos obliga a pensar, por un momento, cómo las fronteras entre dentro y fuera, realidad y ficción, lo familiar y lo extraño no eran tan inamovibles como hubiéramos podido pensar en esa reunión de los seres inanimados, humanos o animales, que conforman el rico universo de Porter. Hacia ellos muestra un infinito respeto que hace a sus personajes tan humanos; compasión; sobre todo, reconocimiento de las diferencias frente a lo construido en serie. Ya se decía que nada en Porter es casual.

Partiendo de algunos de estos presupuestos, la presente muestra, que reunirá cerca de un centenar de piezas de entre 1969 y 2016, de colecciones tanto públicas como privadas —–vídeos, instalaciones, fotografías, dibujos, pinturas….—, se plantea como una retrospectiva de Liliana Porter que permita ofrecer un panorama del desarrollo de la artista, quien con sus juegos de escalas, sus combinaciones inesperadas y su sentido irónico del mundo, es capaz de construir un universo paralelo donde las líneas se quiebran, los diálogos se desbordan, las proporciones se desbaratan y las cosas nunca son lo que parecen.

Dicha muestra consta de tres secciones que, de alguna manera, resumen algunas de las cuestiones esenciales en la obra de la artista: Rasgones y tareas —que comienza con las primeras instalaciones de papeles arrugados y sigue con sus Trabajos forzados o las roturas y reparaciones—; El recorrido y la línea —que recoge su fascinación por las líneas como territorio de los desplazamientos y formas de desbordar espacios y realidades—; y Conversiones y dobles, donde los personajes dialogan y se duplican, se contestan y se clausuran.

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